6 de febrero de 2011

Preguntas que hacen pensar (II)

Compartir
Un alumno preguntó: ¿Qué sucede después de la muerte?
Aquí tenemos algunas preguntas e intento de respuestas sobre esta realidad.

Algunos de vosotros habéis vivido la muerte de alguna persona (familiar, amigo, conocido).
He oído el otro día a una alumna decir: “mi abuela ha muerto”. Muchas otras personas han tenido esa vivencia. Yo recuerdo a mi padre decir: que se acercaba a la muerte y que estaba impaciente por ver a Dios de verdad. ¡Qué bella expresión!. 
Cuando llegó ese momento, la tristeza inundó nuestro corazón. Y es, entonces, cuando surgen preguntas como: ¿por qué existe la muerte?, ¿por qué todo lo que está vivo tiene que morir?. La respuesta está en la misma naturaleza de la vida. Un día nacemos, vivimos, crecemos y otro día morimos. Como si todo condujera a la muerte. Pero para quien cree en Dios, esto no es todo, no es la respuesta total. Necesitamos saber por qué Dios permite eso. ¿No es Dios el dueño de la vida? Efectivamente. La muerte existe, pero no es la última palabra. Yo creo en eso.

El que muere con esa fe, nos dice, con palabras de S.Agustín: “no llores si me amas...Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo...Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos...¡cómo!..¿Tú que me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades? ¡Créeme! Cuando la muerte venga a romper las ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban; cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía...Ese día volverás a verme. Sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con sus ternuras purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz. Ya no esperando la muerte, sino avanzando conmigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y vida. ¡Enjuga tu llanto y no llores si me amas!.."
Sí, pero ¿por qué no podemos elegir cuándo vamos a nacer y cuándo vamos a morir?. Con frecuencia hemos oído: Nadie decide su propio nacimiento. La vida la da Dios, tus padres te la transmiten y a ti es a quien corresponde, después, elegir hacia donde quieres ir. Tampoco puedo decidir el momento de morir. Vivir así es confiar en Dios y esperar ese gran encuentro. Nadie puede escapar a ese momento. Por eso debemos tantos en los momentos malos como en los buenos y felices de nuestra vida, confiar siempre en Dios. 


Y el alma, ¿qué es el alma?. ¡Qué palabra!.¡Qué misterio encierra! ¿Cuál es su significado? El alma es lo que hace que estemos vivos, que riamos, lloremos, nos comuniquemos, amemos, recemos, imaginemos, soñemos, tengas objetivos, ilusiones, proyectos, elijamos, etc. El alma no se ve, ni sabemos dónde está. Es como el soplo de Dios en nosotros.

¿Qué ocurrirá después de morir?. Por lo general, casi todo el mundo tiene miedo a la muerte. La muerte la contemplamos -aunque con temor- como un nuevo nacimiento. Quisiéramos saber qué hay al otro lado. Hay personas (yo hace poco hablé con una) que han estado a punto de morir en un accidente o de una enfermedad. Incluso se las ha creído muertas. Pero han vuelto a la vida y algunas de estas personas describen lo que vieron cuando estaban entre la vida y la muerte: un largo túnel con una resplandeciente luz al final, una sensación indescriptible de paz, un aspecto joven, feliz. Sin embargo, como nadie verdaderamente muerto ha regresado para contárnoslo, no sabemos a ciencia cierta cómo será.
Creemos que cuando nuestra vida acabe, Dios nos acogerá como el padre que espera a sus hijos de un largo viaje. Nos ayudará a pasar revista a nuestra vida: conductas que hemos hecho bien y conductas que hemos realizado mal. Y comprenderemos que nos ama, perdona y quiere celebrar el encuentro con nosotros.

Y la edad, ¿cómo nos veremos en ese momento? En el cielo todo el mundo tiene la misma edad. Porque la edad sólo tiene importancia en esta vida. En el cielo no haya tiempo que contar, ni días, ni meses, ni años. No habrá, por tanto, ni ancianos, ni adultos, ni niños. Estaremos junto a Dios y para Dios todos somos iguales.  Nos transformaremos misteriosamente, y el cuerpo, nuestro propio cuero, vivirá una vida nueva. Estamos ante un misterio. Sólo una cosas es segura; Dios nos invitará a participar de su alegría.

Pero, si todo es así, ¿por qué tenemos miedo a la muerte?.  No todos tienen miedo a la muerte. Esas personas que han estado a punto de morir y que las han dado por muertas, cuando vuelven a la vida no suelen tener miedo a la muerte; más aún, en ese primero momento de vuelta a la vida, no les parece bien, quisieran seguir como estaban.  Pero en general, sí se tiene miedo a la muerte. Aunque creemos que Dios nos acogerá como un padre, con inmenso amor, la muerte no deja de ser un momento especial. Ya no te vas a comunicar, aquí,  con los que querías.  Por eso hablar de la muerte, produce escalofríos y tristeza. Tan es así, que Jesús lloró ante la muerte de su amigo Lázaro.


¿Podemos comunicarnos con los muertos?. Hay programas de televisión que transmiten estos encuentros y comunicaciones. Pero creemos que estamos ante engaños e ilusiones. Porque no podemos ponernos en contacto con los muertos, no podemos hablarles. Ninguna tecnología lo permite ni permitirá. ¿Por qué?  Porque los muertos ya no están en este mundo, en nuestro mundo, ya no actúan ni tienen voz como nosotros, ni siquiera están en un lugar.
Lo que creemos desde nuestra fe cristiana es que existen, pero de una forma que no podemos imaginar. Podemos rogar a Dios por ellos y con ellos. Es lo que los cristianos llamamos “comunión de los santos”. La oración por ellos sí es una forma de comunicarnos con ellos, creyendo que están en Dios y que a través de Él estamos unidos a ellos.
Una última pregunta, ¿van al cielo los animales?. Hoy es muy común tener un animal (gato, perro...) en nuestra casa. Y ¡cuánto cariño se derrama en torno a ese animal!. Los animales también mueren y la tristeza afecta a nuestra existencia durante un tiempo más o menos largo. Los animales merecen nuestro respeto también, como parte de la creación. Pero comprenderemos que un animal no es como una persona. Dios creó también a los animales, como leemos en el Génesis, pero al ser humano lo creó a imagen y semejanza suya. De los animales podemos aprender a ser más respetuosos, cariñosos, responsables, fieles. Nada de eso desaparecerá y muchos se lo deben a ese animal con el que convivieron tan felices. Ese es el premio para ese animal: habernos ayudado a crecer como personas.